Hace muchos años
vivía en Grecia un hombre llamado Ulises (quien a pesar de ser bastante sabio
era muy astuto), casado con Penélope, mujer bella y singularmente dotada cuyo
único defecto era su desmedida afición a tejer, costumbre gracias a la cual
pudo pasar sola largas temporadas.
Dice la leyanda
que en cada ocasión en que Ulises con su astucia observaba que a pesar de sus
prohibiciones ella se disponía una vez más a iniciar uno de sus interminables
tejidos, se le podía ver por las noches preparando a hurtadillas sus botas y
una buena barca, hasta que sin decirle nada se iba a recorrer el mundo y a
buscarse a sí mismo.
De esta manera
ella conseguía mantenerlo alejado mientras coqueteaba con sus pretendientes, haciéndoles
creer que tejía mientras Ulises viajaba y no que Ulises viajaba mientras ella
tejía, como pudo haber imaginado Homero, que, como se sabe, a veces dormía y no
se daba cuenta de nada.
Augusto Monterroso, en Relatos vertiginosos. Ed.
Alfaguara, México, 2003, p.56
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